SANAR ES MALO PARA ALGUIEN
El ser humano tiene algo maravilloso, una virtud que, personalmente, valoro sobremanera: la ingenuidad. Acostumbro decir que “prefiero confiar siempre y que me engañen diez veces a pasarme la vida desconfiando”. Como Rousseau, confío en la bondad natural de nuestra especie. Presiento que, al final, la luz que esencialmente somos, acabará ganando a la oscuridad. Aunque a veces pareces estrellarte con otra realidad, eso no me hace perder la confianza. Lo que ocurre, en mi opinión, es que a menudo somos parasitados. O bien por el miedo, por la ambición o, realmente, por entidades que pululan, según los entendidos, en una dimensión llamada “bajo astral”. No importa: “eso” no somos nosotros. Pero “eso” está ahí y compromete la evolución personal y espiritual de muchas personas. Y si es la parte equivocada la que tiene el poder, pueden comprometer, a su vez, la integridad de quienes estén bajo su influencia.