SANAR ES MALO PARA ALGUIEN

Escrito el 01/10/2025
Mysix Radio


El ser humano tiene algo maravilloso, una virtud que, personalmente, valoro sobremanera: la ingenuidad. Acostumbro decir que “prefiero confiar siempre y que me engañen diez veces a pasarme la vida desconfiando”. Como Rousseau, confío en la bondad natural de nuestra especie. Presiento que, al final, la luz que esencialmente somos, acabará ganando a la oscuridad. Aunque a veces pareces estrellarte con otra realidad, eso no me hace perder la confianza. Lo que ocurre, en mi opinión, es que a menudo somos parasitados. O bien por el miedo, por la ambición o, realmente, por entidades que pululan, según los entendidos, en una dimensión llamada “bajo astral”. No importa: “eso” no somos nosotros. Pero “eso” está ahí y compromete la evolución personal y espiritual de muchas personas. Y si es la parte equivocada la que tiene el poder, pueden comprometer, a su vez, la integridad de quienes estén bajo su influencia.
Con este preludio, abandonemos la ingenuidad por un rato y especulemos si habría personas a las que pudiera no convenir nuestra salud e, incluso, que pudieran implicarse en sostenernos en la enfermedad o en un estado de deterioro progresivo, siempre acechados y asustados por una muerte prematura. ¿Demasiado perverso? Nuestro lado luminoso se resiste a concebir tales extremos porque usted y yo no seríamos capaces de maquinar algo así.
Ocurre que soy curiosa y en mis pesquisas descubrí, entre otras cosas, que existió, desde 1980, un polémico monumento en USA, llamado “Las piedras de Georgia” donde se grabaron, en losas de granito de 100 toneladas, unos “mandamientos”, aparentemente ecológicos, siendo el primero de ellos el siguiente: “Mantener la humanidad por debajo de los 500 millones”. El personaje que pagó su construcción desapareció enigmáticamente, sin embargo, se ha relacionado con grupos de poder y sociedades secretas. Cuarenta y dos años después, alguien tan misterioso como quien las colocó, las vandalizó de tal modo que las hubieron de retirar en 2022. Eran las fechas en que ya finalizaba la pandemia de 2020. Tomen nota.
Por otro lado, supe que existió, desde principios del siglo pasado, una agrupación llamada la American Eugenic Society. La AES describió la eugenesia como el estudio para mejorar la composición genética de los humanos a través de la reproducción controlada. Dicha institución, por medio de la Liga Estadounidense de Control de la natalidad, se convirtió en parte de Planned Parenthood en 1942, una de las instituciones financiadas por la recientemente desmantelada USAID, institución captadora de impuestos de los
norteamericanos para financiar proyectos por todo el mundo. Sucede que, al indagar en esta ideología, descubres que los partidarios de la eugenesia creen que las personas heredan enfermedades mentales, tendencias criminales e incluso pobreza y que estas condiciones se pueden extraer del acervo genético humano a través de la esterilización. Uno de los miembros notables de Planned Parenthood, Williams Gates Sr., hablaba de “malas hierbas” para referirse a esa parte de la población susceptible de ser eliminada para mejorar la raza. Tiempo después, la Fundación Bill y Melinda Gates fueron algunos de sus grandes financiadores, para que finalmente, el grupo se encontrase asociado con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, cofinanciados también por la USAID. Además, en 2010, la Fundación Gates compró acciones de Monsanto valoradas en más de $23 millones, redondeando su negocio. La evidencia de que los OGM (organismos genéticamente modificados) creados por estas multinacionales semilleras causan enfermedades, se ha ido acumulando durante décadas, a medida que crece la lista de países que prohíben su importación y cultivo. Bill, sin embargo, promueve abiertamente los OGM como la respuesta al hambre en el mundo, cuando muchos piensan que, lejos de haberla revertido, ha quebrado a millones de pequeños agricultores en favor de los grandes. Los OMG serían, para el agricultor familiar, como las mantas infestadas de viruela que el ejército británico entregó a los indios estadounidenses durante la guerra: algo nocivo para su economía de proximidad y, finalmente, también para su salud, por la agresividad de los pesticidas que implican.
Muy cuestionado ha sido también como promotor de vacunas alguien tan preocupado por la sobrepoblación, resultando inquietante que en una conocida charla TEDX propusiera hacer una gran labor con las vacunas para resolver ese supuesto exceso de población. Aquel día debió estar en “modo confesión”, pues dijo aquello al tiempo que estimulaba la reducción a cero del CO2, un gas que sirve a las plantas de alimento y que, según investigaciones geológicas, hubo eras prehistóricas en que los niveles elevados de CO2 (por efecto de volcanes u otros fenómenos), coincidieron con un espléndido desarrollo de la masa verde de la Tierra. No en vano, existen invernaderos que usan cañones de CO2 para estimular el crecimiento de sus plantas. El bueno de Bill no es el único filántropo que, en su magnanimidad, regala medicamentos y vacunas a países del tercer mundo, pero sí el más mediático en una práctica que ha provocado deformaciones, enfermedades raras, esterilidad y muertes en varios de los grupos expuestos.
Entonces, ¿para quién sería malo que nos hiciéramos cargo de nuestra salud y lográsemos mantenernos sanos hasta alcanzar una respetable vejez sin necesidad de tanto fármaco, solo por medio de la prevención? ¿Qué sería de
aquel sueño labrado en las piedras de Georgia de mantener la población por debajo de 500 millones? Hay circulando una de esas citas elocuentes y anónimas que reza: “El negocio no es sanar a los enfermos, sino enfermar a los sanos”. Sería estupendo que una deportiva ingenuidad no nos hiciera perder la perspectiva de que hay personas estupendas y son mayoría, pero también hay otras, pocas, pero muy influyentes que, parasitadas probablemente por amos e intereses egoístas, se han polarizado hacia la oscuridad y estarán dispuestos a cualquier cosa por ideologías de cuestionable ética.
Hay quien, arrebatado por una honestidad apabullante, llega a decirme que Gates tiene razón y si seguimos creciendo exponencialmente, este planeta será inhabitable en pocas generaciones; entonces, alguien debe asumir la ingrata misión de evitarlo. La decisión sobre quién debe morir y vivir es algo que no resuelve esta hipótesis. No obstante, lo que me desconcierta de tal conclusión no es tanto su psicopatía como su ignorancia. Resulta que, según estadísticas ya oficiales (ONU, OMS, FMI, Banco Mundial y OCDE), parece que se les fue de las manos el control de la natalidad y ahora hay preocupación por el acusado envejecimiento en ausencia de relevo. Aunque la pandemia resolvió a su manera parte de la insostenibilidad de las pensiones, esta desescalada poblacional ha llevado a China a liquidar su política de hijo único y a varios países occidentales a estimular, de nuevo, la familia numerosa. Entonces, si más allá de enarbolar ese discurso, Gates sabe que no hay sobrepoblación, ¿por qué su inversión en vacunas? ¿Tendrá que ver con su experiencia en el negocio de la informática, donde un sistema operativo vulnerable acaba requiriendo constantes antivirus? Ahí lo dejo. Tengo fe en la inteligencia de mis lectores.


@mireyamachi